Fin de semana en Palamós
Después de mucho tiempo sin tejer una sola palabra en mi blog, la tela vuelve a tomar forma tras pasar el fin de semana en Palamós.
Habitualmente cuando vamos a casa de mis suegros en fin de semana, vamos el sábado y volvemos Domingo, pero esta vez nos acompañó en coche el viernes por la tarde una amiga de la infancia (adolescencia y madurez, que todavía son amigas) de mi mujer.
Porque cuento esto; pues porque yendo un sábado, da más pereza pegarse el gran madrugón para ver la salida del sol el domingo, sabiendo que al día siguiente hay que levantarse pronto nuevamente para ir a trabajar. Se que es una tontería, pero como esta vez íbamos el Viernes no tuve más opción.
Me levanté a las 6:30h para permitir que mi perezoso intelecto fuera dándome vueltas dentro de la cama hasta que recuperara la entereza a tiempo.
Fui al lado del puerto marítimo que hay unos miradores cavados en las rocas. Anduve probando y examinando un par de ellos hasta las 7:15h cuando me situé en el que creí que tendría mejores vistas. Bueno, nos situamos. Yo y el séquito de mosquitos que decidieron hacerme compañía y desayunar de mí.
Y bien, el resultado y a lo que ha venido todo el rollo anterior es algo como esto:
Poco más tarde me acerqué al Faro de Palamós para tomar alguna instantánea más. Hasta ahí no me acompañaron los mosquitos. Quizá ya conocían a la mujer que me encontré y tenia muchas ganas de hablar. Creo sinceramente que no venia a ver salir el sol, sino a hablar. Cuando me fui siguió haciéndolo sola.
Finalmente, decidí acercarme a la playa y me encontré con algo que no esperaba y me ayudó a continuar esta mañana un tanto mística: la arena prácticamente en su totalidad llana te hacía sentir como un explorador que descubre algo nuevo. Esa misma arena, pocas horas más tarde sería la capa a la que nos tiene acostumbrados de miles de hoyuelos generados por las pisadas de los bañistas:
No estaba impoluta, pero salvo las de un coche, solo encontré las mías y las de unas cuantas gaviotas.
Con todo esto me di por satisfecho. Eran cerca de las 8:30h y volviendo, retraté de nuevo el sol dejando en sombra el campanario de la iglesia.
Ya empezaba a ser hora de reponer fuerzas para empezar un bonito fin de semana. Le di los buenos días a quien encontré a mi paso, aunque no tuviera mucha intención de contestarme.
Y el resto fue un bonito fin de semana como cualquier otro.
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